DECÁLOGO
DEL CATEQUISTA
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1. Es
consciente de que continua la obra de Jesús. Intenta despertar el gusto por
las cosas de Dios. El conocimiento y la escucha de la Palabra de Dios.
2. No es
independiente. Está en comunión con toda la Iglesia. Su misión no
es hablar de aquello que le parece sino de aquello que debe: Jesucristo es la Salvación.
3. Procura
dar testimonio desde su fe. No es un profesional de la enseñanza. Su vida
cristiana será el mejor recurso y el insustituible pilar para su apostolado.
4. Presenta
y confía a Dios su responsabilidad. Sabe que, en la oración, está su fuerza
y que por lo tanto el Señor, en el silencio y en la reflexión, le indica el
camino a seguir.
5. Es
responsable en su formación. Asiste con entusiasmo a la formación de
catequistas. Habla, con conocimiento y consistencia, de las verdades fundamentales
del cristianismo y de la
Iglesia.
6. San
Pio X llegó a decir “Ser catequista es el apostolado más grande de nuestros
días”. El catequista es consciente de que, su misión, es hacer llegar el
mensaje de salvación donde educadores o padres no pueden o no están interesados
en hacerlo.
7. No
siente el agobio del tiempo. El catequista siempre dispone de tiempo para
Dios. Es sabedro de que, el Padre, merece una dedicación entregada, confiada y
sin excusas.
8. El
secreto del catequista no está en sus habilidades. Su poder y su rearme
está en la Eucaristía.
Un catequista sin Eucaristía es como un río cuyo cauce puede
secarse en cualquier momento.
9. Es
reflexivo y metódico. Prepara con tiempo su catequesis. No es buena la
improvisación. Entre otras cosas, la invención, significa rutina, desencanto y
falta de respeto hacia los demás.
10. Supera
las dificultades. Sabe que, la fe, es mirar a la cruz. Y, en la cruz, Jesús
nos habla de la confianza. Nos invita a esperar contra toda esperanza. ·”Todo
lo que hagáis a estos pequeños, me lo hacéis a mí”
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